A través del Facebook de Jane Hart llego a una noticia que publica hoy el Daily Telegraph, con algo de mala leche, por cierto: «A new primary school has banned the use of the word «school» in its title because it has «negative connotations». Traduzco:
Los gestores de la primaria de Watercliffe Meadow en Sheffield han decidido que se la conozca como «un lugar para aprender» («a place for learning») y no como una «escuela», ya que esta palabra suena demasiado «institucional». Esta «experiencia de aprendizaje» («learning experience»), que ha costado 6 millones de libras esterlinas y abre el lunes, pretende que los alumnos tengan una experiencia agradable, calzando zapatillas dentro del recinto o suprimiendo los timbres que anuncian el fin de las clases. «Desde el primer momento tuvimos claro que no íbamos a usar la palabra «escuela», esto es Watercliffe Meadow, «a place for learning», dice Linda Kingdon, la directora.
En algunos países de Europa -creo que no en España, que en mi percepción está cada vez más abajo en la brecha educativa con respecto a su entorno- se está produciendo una clara disolución de la escuela decimonónica en beneficio de nuevos espacios de aprendizaje.
El hecho de que una parte de estas iniciativas surjan de absurdos colectivos políticamente correctos -y en el artículo se citan algunos ejemplos-, no puede ocultar el hecho de que la escuela, tal y como la hemos conocido, está en vías de extinción. Más allá del nombre de las cosas hay una realidad cambiante en la que no hay lugar para timbres, puertas cerradas o accesos restringidos.
Hace tiempo que venimos hablando de este asunto y seguiremos haciéndolo. Es uno de los grandes temas educativos de nuestro tiempo.
No tengo nada claro esto que se expone aquí. Soy profesor de instituto en Mairena del Aljarafe (Sevilla) y no sé qué tiene de malo el término «escuela» (de hecho, me parece precioso y tan cambiante como la realidad social en que se encuentra inmerso).
La educación actual que se desarrolla en escuelas e institutos no tiene porqué ser retrógrada, y de hecho la legislación española es tan posmoderna y se basa en teorías pedagógicas tan actuales que pretende que la escuela sea un «lugar para aprender». Lo que sucede es que no es lo mismo un entorno social que otro. Bajo mi punto de vista, las innovaciones educativas que se vienen desarrollando en Andalucía han conseguido que las escuelas e institutos disten bastante de los de hace tan sólo 20 años. Somos muchos los centros que hacemos uso de aulas virtuales y la web 2.0 es una realidad (peligrosa) que los alumnos utilizan y que los profesores ayudamos a manejar.
Pero Andalucía no es Inglaterra (ni Suecia) y no podemos pretender adaptarnos a legislaciones y entornos educativos como esos, sino partir de nuestras propias realidades y tener claro cuáles son los objetivos que buscamos. Para mi es un poco la historia de un complejo que nos sitúa prácticamente en África, pese a la cantidad de grandes nombres que hemos dejado en la historia y la barbaridad de buena gente que hay por aquí.
Por último, y termino mi alegato, creo que la educación es, sobre todo, algo que implica a personas. Todo el mundo puede aprender (algunos muchísimo, véase la larga lista de autodidactas) pero la educación es algo más. Los niños y niñas de la escuela se relacionan de una forma muy especial, reproducen lo que serán sus relaciones del futuro, comparten alegrías y tristezas, se solidarizan, solucionan problemas, se rebelan contra lo que les parece injusto, pasan de unos o de otros, se enamoran, crecen, algunos se reproducen 😛 Y todo esto lo hacen gracias (o a pesar) de sus maestrxs y profesorxs. Porque somos nosotros quienes podemos hacer moderna o retrógrada la educación, y no una experiencia de 6 millones de libras.
No creo que el eufemismo «un lugar para aprender» resuma tan bien todo esto como el término «escuela». A mi me gusta que me llamen «maestro» o «profe» (los que menos) y sobre todo me gustan esos momentos en que 30 niños y niñas conectan conmigo en la clase y me piden más y más. No hay zapatillas ni timbres que sustituyan eso, creedme.
Hola José,
Qué bien leerte aquí.
Efectivamente, la escuela ha tenido un papel fundamental, que nadie va a discutir. Pero no cabe duda en que su momento ha pasado. Sería una tontería pretender que hoy día mantengamos una institución que sigue agrupando a personas en estancias en función de un criterio tan discutible como la edad. Tan cruel como proponer que todos los niños de 7 años calcen un 32. Y eso es sólo un ejemplo tonto -hay argumentos más contundentes- pero de los más llamativos y visuales.
Eso sí, una cosa es la escuela como institución y otra el apaño que muchos profesores y maestros hacen, muchas veces a pesar, en contra o a escondidas, de las autoridades. Sí, los docentes hacen moderna o retrógada una institución… pero a qué precio… ¿Por qué seguir manteniendo una legislación, toda una institución, en vez de repensarla?