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Writing on the Wall. Social Media. The First 2,000 Years (2013) o lo digital como vuelta a la tradición

Uno de los libros más interesantes que se han publicado últimamente es Writing on the Wall. Social Media. The First 2,000 Years (Bloomsbury, 2013), de Tom Standage, autor que nunca defrauda, así como de uno de esos blogs imprescindibles que hay que seguir.

Lo cita Manuel Arias Maldonado en sus reflexiones sobre la «retrovanguardia digital»:

En un libro de reciente aparición, el británico Tom Standage, agudo observador de los paralelismos entre nuestra revolución digital y sus prefiguraciones victorianas, sostiene que la erupción de las redes sociales no constituye sino la prolongación natural de una constante histórica: a saber, una polifonía social sólo interrumpida durante la era de la comunicación de masas.

Y es que nuestros antepasados intercambiaban cartas a diario con la misma –o casi– facilidad con la que nosotros intercambiamos correos electrónicos. Naturalmente, esa frecuencia nada dice sobre el interés de los contenidos: no es lo mismo una carta de Cicerón que una nota sobre el noviazgo de un primo hermano. ¡Pero también de primos hermanos está hecha la vida!

Si esta tesis es correcta, el florecimiento contemporáneo de las redes sociales es antes un renacimiento que un fenómeno de nuevo cuño: para más señas, un renacimiento impulsado por la formidable potencia comunicativa de las nuevas tecnologías de la información. Son éstas las que dan rienda suelta y publicidad a una pasión social que, como es sabido, no equivale necesariamente a una pasión cívica: queremos estar entretenidos, pero no comprometidos.

El resumen de Arias Maldonado es impecable. La desaparición de la cultura del consumo significa el fin de un paréntesis histórico, ya que lo tradicional a lo largo de los siglos ha sido la producción e intercambio de contenidos. El desarrollo tecnológico es una vuelta a la tradición histórica, tras un período de producción unilateral y consumismo pasivo.

En este sentido, el libro de Standage es importante, porque argumenta esta tesis con decenas de ejemplos históricos: desde la forma viral en que se diseminaban las cartas en los tiempos de Cicerón (copiadas, anotadas e intercambiadas de mano en mano) hasta los comentarios anónimos que se publicaban en los miles de periódicos que se crearon en el siglo XVIII (en una analogía exacta con el uso de los blogs en el siglo XXI), pasando por la forma en que la nueva tecnología de la imprenta convirtió un «post-it» que puso Lutero en la puerta de una iglesia alemana en un manifiesto que circuló en red por Europa dando lugar a la Reforma protestante.

Recomiendo leer la excelente reseña de Frank Rose en The New York Times (1 noviembre 2013): "Word Travels Fast". Y darle un repaso al facebook del libro porque está lleno de material de primera categoría.

Por mi parte, me gustaría llamar la atención sobre la importancia de este tipo de estudios en el marco de las Humanidades Digitales, ya que nos abren el campo para observar que no estamos ante un cambio de paradigma -lo anómalo ha sido la cultura del monopolio unidireccional basada en los derechos de autor y la restricción de producción y copia cultural-, sino ante la forma tradicional de producir y compartir la cultura a lo largo de la Historia. Las miles de cartas de Unamuno, por ejemplo, trazan una red de conexiones que nos iluminan sobre su obra, al mismo tiempo que nos hablan de la variedad de soportes en que las ideas fluyen, se comunican y se viralizan libremente.

Creo que estamos ante una «vuelta al orden» en el posdigitalismo, una vez superado el primer deslumbramiento. Morozov, Siemens, Standage, Fleischer… y tantos otros autores que vengo comentando en este blog están centrando el debate donde siempre debió estar, en la vuelta a una cultura «sharista», fragmentada, caótica y libre, que es la propia del ser humano y la que siempre ha estado detrás de todo renacimiento cultural.

No se pierdan esta brillante exposición:

De individuo sospechoso a ensayista celebrado. El «pirata» Rasmus Fleischer gana el Premio Clío 2013

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Siempre me ha interesado la obra del sueco Rasmus Fleischer (Halmstad, 1978). En este mismo blog he escrito de su Manifiesto posdigital (Det posdigitala manifestet, 2009), un ensayo soberbio en el que explica cómo la piratería ha sido fundamental a la hora de convertir a un pequeño país como Suecia en la tercera potencia musical del planeta.

Un indicio de cómo los tiempos están cambiando, en el sentido que hemos venido defendiendo en Nodos Ele, lo encontramos en la concesión esta semana del prestigioso Cliopris (Premio Clío de Historia) a su obra Musikens politiska ekonomi («Economía política de la música». Estocolmo, Ink bokförlag, 2012), en la que establece una comparación entre el cambio tecnológico que tuvo lugar a principios del siglo XX y la época actual. Este es el razonamiento del jurado:

musikens_politiska_ekonomiConcedemos el Cliopriset 2013 Rasmus Fleischer por su innovador y completo libro sobre economía política de la música. El autor combina con habilidad los aspectos económicos, estéticos, jurídicos y técnológicos de la escena musical del siglo XX, situando en una perspectiva histórico-crítica temas fundamentales de la vida musical de hoy. El estudio contribuye en gran medida a ilustrar el cambio histórico de la relación entre los medios de comunicación, la cultura y la economía y, por tanto, ensancha la capacidad de comprensión del mundo contemporáneo.

El cambio cultural que supuso a finales del siglo XIX la posibilidad de reproducir música mediante altavoces y sistemas fonográficos puede equipararse al que se ha abierto ante nosotros gracias a la capacidad de intercambiar archivos digitales. Los músicos «en vivo» de la época forzaron leyes en toda Europa por las que las salas de cine que usaran gramófonos en vez de pianistas, por ejemplo, tenían que pagar un canon que iba a sus bolsillos, en concepto de «compensación». Este dinero era gestionado por asociaciones al efecto (les suena, ¿verdad?).

Sólo he leído resúmenes del libro, pero una cosa que me fascina es la capacidad de Rasmus Fleischer para unir su trabajo teórico y su propia vida. El fue uno de los fundadores del Piratbyrån (2003), y participó activamente en los debates sobre el intercambio de archivos en Suecia, patria de Spotify (la empresa que ha salvado de la quiebra a la industria musical) y The Pirate Bay. De hecho, aparece en algunas escenas de la película sobre el jucio a los piratas suecos: TPB AFK: The Pirate Bay Away From Keyboard (2013), de la que ya hemos hablado y que es un documental que se ve de un tirón, y del que se aprende mucho.

Rasmus Fleischer ha pasado de individuo sospechoso a reconocido pionero de la nueva cultura posdigital. Nada nuevo. La historia de siempre. Gracias a gente como él la cultura sigue viva, que es como debe estar si se la deja en paz y en libertad. En 2009 escribí: «Lo que ha servido para la música, debería servir para el resto de los campos culturales, muy especialmente en el terreno educativo». En 2013 se empiezan a ver los frutos de este cambio de paradigma.

En elogio de Peter Sunde, al hilo de la película sobre The Pirate Bay (Klose, 2013)

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El otro día publiqué en Caos Ordenado Relativo una nota sobre el estreno en el Festival de Cine de Berlín de TPB AFK: The Pirate Bay Away From Keyboard, la película sobre el juicio de Estocolmo a los tres miembros del sitio de descargas sueco The Pirate Bay.

En este momento, que yo sepa, Gottfrid Svartholm Warg [el hacker libertario] lleva dos meses en una cárcel sueca, después de ser detenido en Camboya. Fredrik Neij [el «todo por la diversión» apolítico] sigue en Laos con su mujer y su hijo. Y Peter Sunde [el teórico idealista] hace vida normal cerca de Malmö (sur de Suecia), a la espera de que cualquier día lo metan en la cárcel.

Peter Sunde Kolmisoppi (Uddevalla, 1978) es el personaje más interesante de los tres. Hace poco recibió dos cartas en su casa: una era de la policía, comunicándole que cumpliría condena en la cárcel de Västervik Norra; la otra era del ex-primer ministro Carl Bildt, que le daba las gracias por su lucha en favor de la transparencia y la democracia en internet.

En estas dos cartas se cifra la paradoja de nuestro tiempo.

The Pirate Bay ha cambiado radicalmente nuestra forma de entender la cultura en la época digital. La diferencia entre los «piratas» suecos y los primeros servicios de intercambio de archivos de principios del siglo XXI (tipo Napster) radica en la coherencia teórica de su pensamiento. Y eso se le debe a Sunde, que fue el que puso el debate sobre el carácter libre y abierto de la red sobre la mesa.

Los que han venido después, más preparados, como Rasmus Fleischer, siguen su estela. Spotify no habría sido posible sin la respuesta de Sunde ante los ataques. Niklas Zennström no habría sido condecorado recientemente por el Rey de Suecia. Ni el primer ministro sueco Reinfeldt habría tenido que rectificar públicamente: «No podemos perseguir a toda una generación de jóvenes».

Aquí se puede ver completa la película del juicio: TPB AFK: The Pirate Bay Away From Keyboard, con subtítulos en inglés.

Un documento histórico, en serio:

Liquid Surveillance (2012). Bauman contra los zombies reloaded

Es uno de los libros más esperados del año.

Después de las ocurrencias de Jaron Lanier (que tanto le gustan a Ismael Peña-Lopez) y las brillantes jeremiadas de Evgeny Morozov (el más inteligente entre los apocalípticos), aquí llega por fin el líquido entre los líquidos, el inmarcesible Zygmunt Bauman, que ni es friki ni muy brillante, pero que se ha creado una marca propia (que le deseo que disfrute con salud) que le proporciona una desahogada «liquidez».

Su nueva reflexión acuática sale a finales de octubre, pero ya se ha comentado hasta la saciedad en internet: Liquid Surveillance (Polity Books, 2012). Se trata de un libro de conversaciones con David Lyon (formato atractivo) en torno a lo malísimo que es el posdigitalismo, que califica de KGB del siglo XXI.

El discurso de Bauman es similar al de Morozov, pero menos inteligente, a mi entender, más universitario, es decir, más plomizo, plomazo y plúmbeo. Que si la red digital está creando la «dictadura perfecta», que si todos nos controlamos a todos mediante las redes sociales, de modo que el poder ya no necesita vigilarte, que ya les hacemos el trabajo nosotros; es decir, lo de siempre.

La marca de la casa es que todo esto ahora se tiene que llamar «líquido»: «control líquido», «supervisión líquida», «pamplina líquida». No hay nada como encontrar una etiqueta y empezar a producir libros como churros. Es obvio que nos movemos hacia sociedades distribuidas, no centralizadas. Si a eso lo quiere llamar Bauman peyorativamente «líquido» (que no hacía ninguna falta meter otra palabra), pues bendita liquidez.

Es obvio que todo cambio tiene riesgos. Nadie piensa que la libertad no conlleva riesgos a los que hay que enfrentarse. Pero plantarle cara a los riesgos no significa clamar por la vuelta de una sociedad planificada desde arriba, sólida como una roca que te rompe la crisma, en vez de líquida, como una piscina en la que te intentas mover con la mayor libertad posible. De lo que le he escuchado a Bauman sobre este nuevo libro, lo más destacable me parece:

  • La afirmación de que el poder se está desplazando desde la represión al placer, de lo «hard» a lo «soft», es decir, la idea (nada nueva, absolutamente rutinaria) de que es más fácil controlar ofreciendo mantequilla en vez de cañones. Lo que no entiendo es qué hay de malo en ofrecer mantequilla en vez de cañones. Debemos defendernos de los cantos de sirena del poder que quiere vigilarnos y controlarnos, pero más libertad me parece mejor que más control.
  • La idea de ban-opticon, es decir, de «muerte social». Otro tópico manido al que le sigue dando vueltas. Que si no estás en Twitter no eres nadie, etc. Da un poco de pereza discutir estas cosas, que no pasan de ocurrencias sin mayor calado.
  • La idea de synopticon, es decir, de que el poder ya no necesita manifestarse como tal, porque los ciudadanos nos controlamos los unos a los otros. Comparar una sociedad peer-to-peer con una sociedad totalitaria me parece otra idea poco elaborada, por decirlo de un modo suave. Claro que la libertad hay que defenderla todos los días. Siempre ha sido así. Y siempre será así.

Mi impresión es que el pensamiento de Bauman es muy pobre (Lanier tiene la gracia del frikismo, Morozov es muy inteligente). Se basa en juegos de palabras, supuestas críticas de lo obvio («miren ustedes, el cielo es azul, qué escándalo, queremos un cielo amarillo, hay una conjura de los azules»), etc.

Que la posdigitalidad tiene sus riesgos es una idea de perogrullo. El motivo radica en que la vida tiene sus riesgos. Vivir, mata. Ya lo sabemos. ¿Y?

La labor de gente como Bauman es positiva porque llama la atención sobre los problemas, es decir, nos ayuda a romper la inercia de los papanatas digitales. Bauman hace muy bien de Casandra. Sí, hace falta alertar de los peligros de la realidad aumentada o del wearable computing. Pero una cosa es esa y otra naufragar en un discurso sobre supuestos proyectos de convertirnos en zombies programados mediante algoritmos. Algo sobre lo que hablaba el otro día aquí mismo a raíz de Automate This.

No se invente películas, Mr. Bauman:

Outliers School, la nueva propuesta de Scolari, Cobo y Pardo Kuklinski

Los tres grandes provocadores de la innovación educativa en español (Cobo, Scolari y Pardo Kuklinski) siguen jugando al «fútbol total».

Su nuevo proyecto se llama Outliers School, y trata de algunos de los temas que llevamos analizando en Nodos Ele desde que empezamos, así que nos encanta.

Eso sí, no es un espacio abierto; habrá una selección de «outliers» el 12 de noviembre. Además, se paga y no te dan certificado, como debe ser. Qué mayor insignia que trabajar en proyectos concretos disruptivos con gente llena de talento. Bravo.

En mi opinión, el gran acierto de esta propuesta radica en su centralidad en el diseño educativo. Lo demás, viene de suyo. El terreno de juego está perfectamente definido, porque el partido se juega precisamente ahí.

Twitter: @outliersschool

Outliers School Educación 2012 / Presentación from Outliers School on Vimeo.

Se basa en el siguiente decálogo de Scolari (con el que estoy de acuerdo en un 70%, que ya es bastante, me parece a mí, vamos), que resumo muy brevemente:

1. La crisis de la educación es un problema de diseño. Vivimos una burbuja de oferta educativa formal con la consiguiente pérdida de valor de los títulos académicos. Outliers School es un NO-grado, basado en la sincronía «peer to peer» y en reuniones en red y «prototyping», sin evaluaciones. Todos somos diseñadores educativos, actuando en ensayo/error, «learning by doing» y trabajo en beta. Referencia: Gray, Brown y Macanufo, Gamestorming (2012):

“los retos industriales actuales no son estándares. El trabajo actual debe estar dirigido a menudo hacia lo desconocido, la incertidumbre y los espacios de reto ambiguos, y la capacidad de crear y descubrir es más importante que ajustarse al molde de lo estándar.”

2. La gran disrupción de la educación es organizativa, no tecnológica. Outliers School es un espacio en red para resolver problemas de diseño educativo mediante el prototipeado de ideas. Esto no pasa por un cambio tecnológico sino por un cambio de mentalidad. Referencia: Cornella, Co-Society (2012):

“cualquier persona puede convertirse en empresa, partiendo de sus conocimientos o habilidades diferenciales. (..) No podemos diferenciar cuando trabajamos y cuando no. Los sistemas móviles nos dejan always-on. Lo peor es que estamos siempre disponibles para ejecutar procesos, no para pensar.”

3. Del conocimiento superficial al focalizado e interdisciplinario. Las instituciones educativas corren el riesgo de la parálisis. Deben pasar de habilidades generales, jerárquicas e intercambiables hacia colaboración horizontal y conocimientos especializados. Outliers School refuerza el desarrollo de habilidades para la innovación, la resolución de problemas complejos, el trabajo distribuido y la generación de liderazgos adaptables capaz de hacer frente a las profundas redefiniciones del ecosistema educativo.

4. Sobre los espacios de trabajo. Construye tu propio MIT Building 20. La arquitectura del diseño educativo debe cambiar. Referencia: Stewart Brand, «The Low Road». Jane Jacobs:

“Old ideas can sometimes use new buildings. New ideas must come from old buildings.”

5. Aprender resolviendo problemas más que aprendizaje formal teórico. Los procesos que facilitan la resolución de problemas resultan un nicho más atractivo que la reflexión teórica. Referencia: Cristóbal Cobo/John Moravec: Aprendizaje Invisible.

6. Hacia un kiosko de aprendizaje, toma sólo lo que necesitas.. Utilización de múltiples dispositivos en forma convergente y transmediática para ejecutar acciones específicas: no presencialidad, soporte de productividad, ubicuidad. Referencia: Avey, Kiosk Learning (2011). George Siemens, MOOCs.

7. Aprendizaje Invisible. La tecnología no es la clave en un escenario posdigital, sino la mentalidad cultural. Formación no formal, formación flexible («peer to peer»), acumulación del conocimiento en flujo. Rechazo de herramientas como el currículo, porque no refleja las «competencias blandas»: creatividad, innovación, flexibilidad, etc.

8. La legitimidad de los educadores está distribuida en red, y no en las instituciones. El componente agregado/ubicuo de la educación. Superación de la jerarquía up-down (de arriba hacia abajo), por una red distribuída y legitimada entre pares (Rifkin, 2012). Referencia: Jeff Jarvis (2009):

“Education is one of the institutions most deserving of disruption, and with the greatest opportunities to come of it (…) a new educational landscape where universities teach an abundance of knowledge to those who want it rather than manage a scarcity of seats in a class.”

9. Desintermediar la producción y distribución de conocimiento. En el diseño educativo, existe un nuevo mapa de actores y propuestas desintermediadas, innovadoras y basadas en la apertura a la comunidad, especialmente fuera de las estructuras formales. Nuevos actores que construyen un metasistema de ideas que conecta la academia con el mundo empírico de forma mucho más eficiente. Referencias: Brabazon (2007):

“We have to ask how to encourage intellectual rigour in an edu-tainment landscape stimulating the learn of meta-skills, but not only contents. To teach the meaning and purpose of refereeing.”

10. De la pedagogía de la enunciación a la pedagogía de la participación. Nuevos formatos más allá del libro, nuevas narrativas transmediáticas. Todos somos prosumidores, sin necesidad de intermediarios. Referencia: Grant McCracken, Culturematic (2012):

“As the story escapes the creative control of a single artist, author or studio, it is free to experiment. The story becomes a laboratory.”

Outliers School Educación 2012 / Presentación (2) from Outliers School on Vimeo.

Short Stories About Tiny Tasks. Un libro sobre microtareas, crowdsourcing y gamificación

Short Stories About Tiny Tasks. Microtasks, crowdsorcing and gamification (Microtask, 2012) es un libro editado en Tampere (Finlandia) por los miembros del proyecto Microtask.

Como explica el título, recoge un número considerable de artículos (publicados en el blog del grupo) sobre crowdsourcing, microtareas y gamificación.

El blog de Microtask se puso en funcionamiento a finales de 2009, cuando el concepto de «crowdsourcing» estaba empezando a tomar cuerpo. Desde entonces, han pasado muchas cosas, que han ido documentando en la red y que se resumen en este libro.

Esto quiere decir que Short Stories About Tiny Tasks es una obra que va más allá del proyecto estrella del grupo: Digitalkoot, es decir, la digitalización de las publicaciones periódicas que se conservan en la Biblioteca Nacional de Finlandia. Digitalkoot ha sido todo un éxito, ya que más de 100.000 voluntarios han realizado unos 7 millones de microtareas, poniendo a disposición de los finlandeses todo su patrimonio periodístico on line.

El libro es muy recomendable (166 páginas llenas de ideas inteligentes y reflexiones estimulantes, se abra por donde se abra), está dividido en tres capítulos (crowdsourcing, microtareas y gamificación) y se puede descargar gratuitamente en PDF. Creo que si les pides un ejemplar a info@microtask.com, te lo mandan. Al menos a mí me lo mandaron (y con dedicatoria, qué majos).

Morozov contra el mundo. Un reportaje imprescindible sobre el utopismo en la red

El otro día estuve hablando por aquí -y sobre todo en Caos Ordenado Relativo– de un panfleto contra Steve Jobs del bielorruso Evgeny Morozov, que salió como artículo en EEUU y se ha publicado como libro en Italia.

Morozov es uno de los críticos más agudos de lo que llama «utopías tecnológicas», es decir, de la euforia desmedida que está provocando el desarrollo de la red en todos los ámbitos del ser humano, desde la política a la educación.

El programa «Backlight» de la televisión holandesa Vpro le ha dedicado a Morozov un reportaje, que me parece muy original e interesante. El autor aparece en el centro de un panóptico de imágenes y declaraciones sobre internet, que somete a una crítica implacable, una por una.

Son 50 minutos que nadie que esté interesado en estos temas debe perderse, se esté o no de acuerdo (lo importante es la enorme cantidad de reflexiones que nos suscita). Imprescindible:

Morozov contra Steve Jobs. Un magnífico panfleto delirante

Tengo la impresión de que en España se conoce poco a Evgeni Morozov (Bielorrusia, 1984). No me suena que se haya traducido The Net Delusion: The Dark Side of Internet Freedom, y pocas veces lo he visto citado en los medios, a pesar de su visibilidad en la prensa (anglo)sajona.

Morozov es un cafre inteligente, uno de esos tipos que conoce bien las dictaduras (como la que aún se mantiene en su país de origen), y que, por tanto, sabe que cualquier cosa puede usarse con fines totalitarios. De hecho, su interés fundamental se centra en el uso totalitario que se contiene en las nuevas tecnologías.

El año pasado irrumpió como elefante en cacharrería, denunciando, con una agudeza e inteligencia notables, «los engaños de la red», que fue como tradujo el título de su libro Luis M. Alonso, en un magnífico artículo que se publicó en La Nueva España, y que es lo único de interés que conozco sobre Morozov en nuestro idioma.

No voy a hacer un recorrido por las polémicas que Morozov ha ido levantando en estos meses. Pero me gustaría llamar la atención sobre un ensayo larguísimo y delirantemente estimulante (de hecho, en Italia se acaba de publicar como libro exento) que salió a mediados de marzo en The New Republic: «Form and Fortune. Steve Jobs’s pursuit of perfection—and the consequences», y que es un ataque furibundo contra la filosofía de Steve Jobs y la «religión de las apps».

A mí el ensayo me parece un alegato socialistoide al estilo de otro conocido «pensador» poscomunista (Zlavoj Žižek). Antes o después, el mundo se cansará de Morozov, como lo ha hecho de Žižek, que se ha convertido en una caricatura de sí mismo; pero mientras tanto el furibundo ataque del bielorruso a la «falsa religión» del intocable iGod no puede pasar desapercibida. Como una abeja especialmente punzante que se esfuerza en agujerear la piel de un buey (al que le bastará un movimiento de la cola para tumbarla).

No voy a hacer una crítica del ensayo, simplemente voy a dejar aquí algunas citas reveladoras del mismo, para dar una idea del interesantísimo disparate, que recomiendo encarecidamente.

  • El «platonismo industrial» de Jobs. Forma y esencia se confunden en conceptos como «perfección» y «pureza»:
  • Neither Jobs nor Ive tells us exactly what he means by “pure,” […] It appears that “pure” products exhibit a perfect correspondence between their form and what both Jobs and Ive refer to as their “essence.” […] It is a kind of industrial Platonism. […] Pure products are born, not made; any visible signs of human assembly—say, screws—would make it hard to believe in the higher integrity, the perfection, of the product.

  • El reino de Jobs no es de este mundo:
  • The idea that the form of a product should correspond to its essence does not simply mean that products should be designed with their intended use in mind […] No matter how trivial the object, there is nothing trivial about the pursuit of perfection. On closer analysis, the testimonies of both Jobs and Ive suggest that they did see essences existing independently of the designer—a position that is hard for a modern secular mind to accept, because it is, if not religious, then, as I say, startlingly Platonic.

  • La falsa revolución de Apple:
  • Apple’s most incredible trick, accomplished by marketing as much as by philosophy, is to allow its customers to feel as if they are personally making history—that they are a sort of spiritual-historical elite, even if there are many millions of them.

  • La tecnología Apple y el mito de la caverna de Platón. Una metafísica de la modernidad totalitaria:
  • Jobs’s most impressive achievement was to persuade the shackled masses that they could see the Platonic forms without ever leaving their caves. Marketing—with its shallowness and its insidious manipulation of the consumer—would normally be relegated to the inferior realm of appearances, but it took on a different function in Jobs’s business metaphysics: it played the gospel-like role of showing us the way to the true, natural, and pure products that have not yet been spoiled by the suffocating and tasteless ethos of faceless corporations such as IBM and Microsoft.

  • La dictadura de las aplicaciones:
  • Apple’s embrace of the “app paradigm”—whereby activities that have been previously conducted on our browsers shift to dedicated software applications on our phones and tablets—may be destroying the Internet in much the same way that the automobile destroyed the sidewalks and the playgrounds […] The total and exclusive focus on the tool at the expense of its ecosystem, the appeal to the zeitgeist that downplays the producer’s own role in shaping it (“whatever happens is … ”; “feeling the direction”), the invocation of the idea that technology is autonomous (“these things take on a life of their own”)—these are all elements of a worldview that Lewis Mumford, in criticizing the small-mindedness of those who were promoting car-only travel in the 1950s, dubbed “the bankruptcy of social imagination.”

    También en Caos Ordenado Relativo

    Confianza, redes sociales y una divagación antropológica

    Una de las mejores entradas que he leído últimamente sobre la sociedad posdigital (sus organizaciones e instituciones) es «Trust and Networks» («Confianza y redes»), de Gideon Rosenblatt.

    No es el típico mantra del guru profesional, sino una reflexión realista que incide en la línea del conectivismo y el sharismo que defendemos en NodosEle.

    Para Rosenblatt, la sociedad posdigital (y sus organizaciones e instituciones) no se estructura en jerarquías sino en conexiones, y en ella no tiene cabida la evaluación externa. Su base es la confianza entre iguales autónomos. Este sería un resumen de los puntos básicos de su reflexión:

    1. Las redes consisten en conexiones voluntarias entre iguales autónomos.
    2. La confianza es la base de una red social, ya que la fortalece, la hace más flexible y eficiente.
    3. Las redes son las conexiones que permiten a los pares trabajar juntos.
    4. En una red no hay control externo. Una «evaluación del desempeño» impuesta destruye la confianza de la red colaborativa.
    5. La relación en la «red» se basa en el «trabajo» en la red. Trabajar es conectarse.
    6. La «confianza» consiste en no tener miedo a ser vulnerable.
    7. El principio básico en una red es el «respeto mutuo». Si hay respeto mutuo, las conexiones surgen de forma natural.
    8. Tenemos que salvaguardar la confianza para garantizar que nadie abusa de la autonomía de los nodos.

    No voy a traducir todo el post. Es simplemente perfecto, y no se trata de ninguna especulación teórica. Es la pura realidad. Las cosas funcionan así.

    Todo esto me suscita una pregunta de tipo «antropológico». ¿Hasta qué punto una sociedad como la española (sus instituciones y organizaciones también), en la que abunda la picaresca, la falta de cumplimiento de las promesas, el «engaño» a los otros como forma de «ser más listo», la falta de transparencia, el principio de autoridad, las jerarquías y los escalafones, la titulitis, las instancias con póliza y compulsa, la burocracia como forma de impedir la innovación, etc. tiene cabida en el mundo en que ya estamos viviendo?

    No es absurdo pensar que si nuestro país no cambia de «mindware», puede perfectamente iniciar una lenta y profunda decadencia en los próximos años.

    Siemens se aburre (y nosotros también)

    [Ilustración: Pintachan]

    Tenía pensado hacer un post sobre la última y magistral entrada de George Siemens este martes: «Questions I’m no Longer Asking». Afortunadamente, David Alvarez se me ha adelantado, de modo que les remito a su blog [e-aprendizaje]: «Cuestiones que ya no nos interesan…».

    En efecto, hace tiempo que algunos simplemente ni nos planteamos determinadas cuestiones: la autonomía del estudiante, la estafa de la evaluación, la necesidad del caos para aprender, la evidencia de la conectividad, la naturalidad de la apertura y el intercambio («sharismo») etc…

    Hace bien Siemens en dejar claro que no piensa contestar a más chorradas sobre estos temas, que resume en varios puntos (modifico mínimamente el resumen de Alvarez), que ya cansa seguir explicando:

    • Los estudiantes deben tener el control de su propio aprendizaje. Los educadores podemos guiarlos o ser intermediarios, pero el aprendizaje significativo implica una actividad impulsada por el que aprende.
    • Los estudiantes necesitan experimentar confusión y caos durante el proceso de aprendizaje. Aclarar(se) ese caos es el objeto del aprendizaje.
    • La apertura de los contenidos y la interacción aumentan las conexiones aleatorias que impulsan la innovación.
    • El aprendizaje requiere tiempo, pensamiento crítico y reflexión. La ‘ingestión’ de nueva información requiere tiempo para ‘digerirla’.
    • El aprendizaje es aprendizaje en red. El conocimiento está distribuido.
    • La creación es vital en el aprendizaje. Los alumnos tienen que crear artefactos para compartir con los demás y para ayudar a dirigir su exploración más allá de los artefactos que el educador les ha proporcionado.
    • Dar sentido a la complejidad requiere de sistemas sociales y tecnológicos.

    Quien quiera perder el tiempo cerrando contenidos, intentando evaluar o controlar, pensando que el caos no es parte del proceso de aprendizaje, etc., es su problema. La realidad va por otro lado.