Hace unos días hablábamos en Twitter sobre qué era una actividad Ikea. Este término se nos ocurrió a David Vidal y a mí cuando preparábamos el taller La Navaja de Ockham sobre evaluación de tareas 2.0 en el pasado Encuentro Práctico de Profesores de ELE.
El término actividad Ikea hace referencia a todas aquellas actividades pre-fabricadas, que encontramos en la mayoría de los libros que utilizamos en clase. Actividades que son hechas por y para el profesor y que normalmente no tienen en cuenta ni al aprendiente ni el momento presente: unos aprendientes y unas circunstancias concretos y unas características que diferencian lo que significa el aprendizaje en ese momento de otro; porque aprender y por tanto, educar, no significan siempre lo mismo.
En los últimos meses la Web 2.0, los blogs, wikis, podcasts, etc. y todo el debate y la formación de cómo utilizarlos en el mundo educativo han saltado de la red a los manuales. Ya podemos encontrar una parte de los libros de ELE dedicada a cómo utilizar un blog con Blogger o a grabar un podcast, por ejemplo.
Sin embargo, las herramientas que utilizamos en la Web para la educación cambian constantemente y a un ritmo cada vez más rápido. Dentro de poco nadie utilizará blogs ni podcast en sus clases porque aparecerán otras herramientas que se adapten mejor a cómo aprendemos en ese momento concreto. Se ha hecho ya rutina decir que el email, los blogs, incluso la Web 2.0 han muerto.
David Vidal y yo (y otros compañeros, seguro) nos preguntamos qué sentido tiene incluir «tareas 2.0» en libros de texto como si fueran otras actividades más, que se diferencian de las «no 2.0» simplemente porque utilizan internet, y que hay que utilizar porque ya se sabe que nuestros estudiantes las utilizan, porque son unos nativos digitales. A eso llamamos actividad Ikea.
En una actividad Ikea hay un manual con unas largas instrucciones que debemos aprender y seguir obedientemente para llegar a nuestro objetivo: construir una estantería o completar una actividad. Sin embargo, nosotros nos encontramos con un problema, como dijo David: «A mí no me encajan siempre las piezas». Y éste es el resultado:
Necesitamos, por tanto, tareas abiertas, que se diferencien en el enfoque educativo, un enfoque que se adapte a la manera actual de aprender.
Proponemos una vez más eliminar la etiqueta 2.0 y fomentar una educación y una formación de profesores centrada no tanto en las herramientas sino en la manera de aprender, que sí se ve expuesta a modificaciones constantes por los cambios que tienen lugar en la sociedad, sobre todo por la manera de relacionarnos y conectar con la información, el conocimiento y el mundo que nos rodea.
Me encanta el post de Lola, y más aún me gusta el concepto de Actividad IKEA, que recoge la diferencia esencial metodología/instrumento. A mí, desde luego, me resuelve muchas dudas a la hora de enfocar programaciones, diseñar o preparar clases.
Una de las cosas que procuramos dejar claras en el taller de Barcelona fue que el gran reto con el que se enfrenta el profesor que quiere usar nuevas tecnologías en clase no es técnico (instrumental), sino metodológico. Por eso, es posible hacer actividades IKEA sin usar Internet.
¿Cómo saber si soy un profesor IKEA? Parece fácil establecer un CRITERIO IKEA que puede ayudarnos en este sentido:
– Pregúntate si propondrías ese actividad a otro grupo. Si lo haces, eres un profesor IKEA.
– Pregúntate si otro profesor podría hacer la misma actividad. Si es que sí, eres un profesor IKEA.
– Pregúntate si los materiales te sirven para otra vez (esa gran obsesión de los profesores ELE, de acumular fotocopias y recortes). Si tienes la casa o el despacho lleno de carpetas y archivadores con actividades, guías didácticas y demás materiales, es muy probable que seas un profesor IKEA.
¿Es malo ser un profesor IKEA? No, en absoluto… De hecho, la gente lleva toda la historia de la humanidad aprendiendo lenguas a pesar de los profesores IKEA -y otros de peor calaña-. Pero… ¿por qué seguir ahí si podemos hacerlo mejor?
Las consecuencias del cambio metodológico son grandes, sí: serán radicales para profesores (acostumbrados a unas rutinas muy precisas y claras), y traumáticas también para la gran industria que rodea a la enseñanza de ELE (Editoriales, Centros de estudios, Másters de Postgrado, Academias, Instituto Cervantes, etc…). Lo que no tengo tan claro es que los alumnos vayan a pasarlo mal…