Italia celebra en 2011 el 150 aniversario de su unidad política. La RAI está calentando el ambiente con unos anuncios en los que destaca la unidad de la nación en torno a una lengua común, que es básicamente una forma de koiné basada en el toscano.
Se trata de resaltar lo que une a toda la nación (la lengua común, es decir, el toscano como lengua de comunicación y unidad nacional) frente a lo que la fragmenta (los llamados «dialectos», que en muchos casos pueden ser considerados lenguas propias). Obviamente, la polémica está servida.
Sin entrar en el fondo de la cuestión, me parece llamativa la diferencia abismal que existe entre España e Italia en este punto:
Sin embargo, por razones políticas y de otra índole, se intenta elevar a la categoría de lenguas las variedades de lo que antes se llamaba serbo-croata, lengua oficial de la ex-Yugoslavia.
Como un proceso a la inversa en relación a lo que comentas, en la actualidad el mismo idioma existe bajo diferentes denominaciones (que se entienden como diferentes lenguas), croata, serbio y bosnio, cuando en realidad, se trata de variedades dialectales locales de una misma lengua que está desembocando en locuras institucionales como intentar «depurar» lingüísticamente cada una de las variedades, diferenciarlas al máximo de las otras, y, supongo, reforzar una identidad cultural (aunque compartan una misma tradición) a través de la lengua y del uso de unas determinadas palabras, pronunciación, etc.
Hace poco que vivo y trabajo en Sarajevo, y la gente me dice que lo que habla es serbo-croata, pero con diferencias según su origen. La gente lo tiene muy claro. Espero que ningún tratamiento de ortopedia lingüística haga cambiar el uso natural de los hablantes. La lengua está viva ahí, ¿no?
En España se va al revés que en Italia. Hay una lengua común pero en el Senado se ha montado un sistema que parte de la premisa de que todo el mundo lo entiende, pero hacen como que no lo entienden. Una melonada.