Me hago eco de la iniciativa de unos compañeros de la Universidad de Granada, que han creado un grupo para reflexionar sobre lo que denominan «la impostura de la evaluación».
Este es un tema sobre el que hemos tratado en el blog en varias ocasiones, y que considero especialmente importante: control y evaluación son los dos enemigos fundamentales del aprendizaje.
El grupo de Granada se centra fundamentalmente en el deterioro que implica la evaluación del profesorado para la calidad de enseñanza. Además, ellos parten de posiciones lacanianas, mientras que mi pensamiento deriva del análisis de sistemas complejos. Yo diría que cualquier tipo de evaluación -no sólo la del profesor, que no deja de ser un nodo más en la red de aprendizaje- resulta en un procedimiento propio de la era industrial (sin relación con la era posdigital en que vivimos), que deteriora todo proceso de enseñanza/aprendizaje.
Para el 12 de marzo anuncian una jornada de estudio: «Consecuencias de la ideología de la evaluación en la vida escolar». En su texto de presentación como grupo de trabajo dejan las cosas muy claras, y acaban a lo grande:
«Nos dirán que somos partidarios de la ineficacia. Nos dirán que nos oponemos al progreso. Nos dirán que los evaluadores son científicos. Les diremos que en realidad son místicos y que funcionan como una secta. Les diremos que llegó el momento de cortar por lo sano. Les diremos que la “cultura de la evaluación” atenta contra la vida escolar porque es una forma de control y de tiranía. Les diremos, en estos momentos históricos de reformulación de la política educativa, que la batalla contra la ideología de la evaluación es, hoy por hoy, una de las grandes causas de la humanidad.»