Ayer terminó el III Congreso Internacional de FIAPE, del que ya habíamos hablado hace unos días. Han sido tres días de intenso intercambio entre los escasos asistentes -apenas 50 personas en las sesiones plenarias más concurridas, cuando los inscritos superaban los 120, según la organización- y mi impresión ha sido bastante buena, dentro de lo que cabe.
Dejo a continuación el slideshare de mi participación:
Me detendré aquí en un sólo tema, y dejaré otras reflexiones para la Navaja de Ockham, donde también encontraréis enlaces al material que utilizamos en el taller: «Profesor 2.0: nuevos modelos educativos en tiempos de crisis pedagógica«. Lo cierto es que la aceptación del taller y la respuesta de los asistentes fue muy positiva, dentro de la inseguridad que el planteamiento conectivo provoca (tanto entre los no iniciados como entre los «expertos»). Quizá esto explique el fenómeno que me ha parecido reconocer en el Congreso, que en general abunda en la «educasfera», y que podríamos llamar algo así como la «desnaturalización de lo digital».
Y es que parece que lo natural consiste en trabajar según esquemas en los que el protagonista del proceso de aprendizaje es el alumno, que construye -con sus compañeros y la ayuda del profesor- un conocimiento en el aula. O al menos esa es la metodología -a la manera constructivista- en la que la mayoría de los profesores ELE se reconoce.
Sin embargo, a la hora de elaborar actividades 2.0 en la red el «director de orquesta» -metafora de un amigo durante el congreso- es el profesor, que es el que dice cómo, cuándo y porqué se hacen las cosas, que para eso es el pedagogo, el experto que conoce la mejor manera en que sus alumnos deben aprender. Mientras tanto, los músicos replican en la red procedimientos más bien propios de los años 70, rellenando huecos y realizando actividades conductistas diseñadas en Hot Potatoes o en forma de WebQuest. En definitiva, desnaturalizando un espacio -lo digital, la nueva red- donde, mal que a muchos les pese, los alumnos se sienten como pez en el agua…
Quizá todo esto tenga que ver con eso que se ha llamado miedo 2.0, no sé.