Por recomendación de Richard Gatarski he leído Everything Bad Is Good for You: How Today’s Popular Culture Is Actually Making Us Smarter, un libro en el que Steven Johnson refuta la idea de que la cultura de masas (cine, televisión, música pop, videojuegos, internet…) esté provocando un empobrecimiento intelectual. Al contrario, seguir un episodio de The Sopranos o navegar por la red amplían nuestro campo cognitivo y nos hacen más abiertos al aprendizaje. Es un libro que recomiendo, y mucho más fundado que Renaissance Generation, que la verdad es que se pasa tres pueblos.
Si en efecto la red es pop, no me extraña que sean grupos informales los que estén abanderando la innovación y el conocimiento libre. Cuando los del Grupo Nodos ELE estuvimos en Barcelona en el EPP07 (qué tiempos aquellos) nos llevamos para regalar un cedé con canciones con licencia CC (Creative Commons) y grupos copyleft. Parece lógico que estos grupos hablen en sus letras de innovación y cambio, como hacen Grande-Marlaska o los argentinos Matilda.
Esto me recuerda que hace poco, Fernando Santamaría ha traducido en su blog un texto de Teemu Arina en el que se hace eco de las 3 etapas en la relación entre el individuo y el conocimiento a lo largo de la vida de Seymour Papert (1980).
1. Etapa uno, que ocurre cuando nace el niño y empieza un proceso de aprendizaje individual que se adquiere mediante la exploración. Muy pronto las limitaciones de esta exploración requieren buscar adultos que les digan las cosas con las que el niño no es capaz de experimentar.
2. En la etapa dos, los niños entran en la escuela, en donde el aprendizaje por experiencias es gradualmente reemplazado por el aprendizaje de lo que se le dice. El trauma es detener el aprendizaje y aceptar que le enseñen.
3. Los que sobreviven a esta tortura intelectual estrangulante entran en la etapa tres, que implica desescolarización, aprender a aprender, experimentar y aprender a ser creativo, retornando efectivamente a la etapa uno.
Según Papert, volver a la etapa uno estaría en el corazón del aprendizaje para toda la vida. ¿Y si le ponemos música y lo llamamos «Desaprender»?
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