Estoy leyendo a saltos (leo las novelas a saltos, es un género que me engancha poco) la tercera obra de uno de los pocos novelistas contemporáneos que no me aburre: Super Sad True Love Story, de Gary Shteyngart (Leningrado, 1972).
Se trata de una distopía de 350 páginas que algunos consideran, exageradamente, una especie de 1984 del siglo XXI.
La historia se desarrolla en un mundo futurista y angustioso, en el que la gente ya no lee libros y se comunica exclusivamente a través del «äppärät».
He encontrado un post escrito por Darío Weitz que lo describe mejor que yo:
En la novela, Shteyngart explica las características de un original dispositivo de persuasión social denominado «the äppärät». Se trata de un medallón que todos llevan colgado en el cuello, el cual trae toda la información personal de su usuario y permite que los demás no sólo sepan todo sobre uno, sino que además lo ubican en un ranking.
En palabras del autor: “Uno ingresa a un bar e inmediatamente todos saben que es la decimoséptima persona más fea en el mismo, aunque por otro lado también saben que está cuarta en el ranking de crédito financiero. El aparato permite establecer rankings de personalidad y de atractivo personal; también tiene una especie de pad emocional, de forma tal que uno observa a una persona que le gusta, el dispositivo mide los latidos del corazón y se lo indica a esa persona, quien registra esa información y puede decidir aceptar o rechazar el intento de levante”.
No solo eso. En la novela -y esto no lo cuenta Weitz-, el «aparato» almacena en tiempo real todos los pensamientos y las conversaciones del propietario. Lo curioso es que muchas de las ideas del autor ya existen -en forma de aplicaciones para dispositivos móviles, por ejemplo-, aunque aún no estén tan extendidas como en la Nueva York futurista del libro. Dice:
“Pienso que eventualmente nos fundiremos con los dispositivos tecnológicos. Puesto que cada año pierdo un 6% de mi humanidad, para el año 2018 seremos un aparato andante. Cada persona tendrá que tener un äppärät; en caso de no tenerlo, no será una persona civilizada, al menos en esa civilización que se viene”.