Parece que va tomando cuerpo el MediaLab USAL creado por el Servicio de Innovación y Producción Digital de la Universidad de Salamanca. Eso está muy bien, porque se adivina mucho talento y ganas de hacer cosas.
Como es natural, la línea de investigación que más me interesa es Hablando Eñe (HÑ), que definen así:
Esta línea de trabajo se centra en la difusión de la cultura y el idioma del español.
Las actividades que se ponen en marcha desde esta área están orientadas a recorrer el español en todas sus vertientes: acentos, evolución del idioma, geografía de la lengua, literatura en castellano, hispanohablantes del mundo, narrativa, autores, impacto de redes sociales en el uso del idioma…
Supongo que Hablando Eñe parte de la sinergia con el ELElab de la misma Universidad, una iniciativa que destaca claramente en el incipiente panorama de las Humanidades Digitales en España; aunque demasiado orientada hacia la creación de materiales, para mi gusto. Si de algo estamos servidos en el mundo ELE -tan cutre en tantas cosas- es de materiales de calidad que generan editoriales privadas. Veremos.
Ahora se descuelgan por fin con una mesa redonda/seminario: Ola k ase. El español en internet (14 de marzo) en el que estará gente que viene del ELElab: Daniel Escandell, Sheila Lucas y Alvaro Recio.
Va siendo hora de que la gente joven que se dedica a la Enseñanza del Español como Lengua Extranjera entre con fuerza en un campo que necesita renovarse continuamente.
En este momento, que yo sepa, Gottfrid Svartholm Warg [el hacker libertario] lleva dos meses en una cárcel sueca, después de ser detenido en Camboya. Fredrik Neij [el «todo por la diversión» apolítico] sigue en Laos con su mujer y su hijo. Y Peter Sunde [el teórico idealista] hace vida normal cerca de Malmö (sur de Suecia), a la espera de que cualquier día lo metan en la cárcel.
Peter Sunde Kolmisoppi (Uddevalla, 1978) es el personaje más interesante de los tres. Hace poco recibió dos cartas en su casa: una era de la policía, comunicándole que cumpliría condena en la cárcel de Västervik Norra; la otra era del ex-primer ministro Carl Bildt, que le daba las gracias por su lucha en favor de la transparencia y la democracia en internet.
En estas dos cartas se cifra la paradoja de nuestro tiempo.
The Pirate Bay ha cambiado radicalmente nuestra forma de entender la cultura en la época digital. La diferencia entre los «piratas» suecos y los primeros servicios de intercambio de archivos de principios del siglo XXI (tipo Napster) radica en la coherencia teórica de su pensamiento. Y eso se le debe a Sunde, que fue el que puso el debate sobre el carácter libre y abierto de la red sobre la mesa.
Los que han venido después, más preparados, como Rasmus Fleischer, siguen su estela. Spotify no habría sido posible sin la respuesta de Sunde ante los ataques. Niklas Zennströmno habría sido condecorado recientemente por el Rey de Suecia. Ni el primer ministro sueco Reinfeldt habría tenido que rectificar públicamente: «No podemos perseguir a toda una generación de jóvenes».
Aquí se puede ver completa la película del juicio: TPB AFK: The Pirate Bay Away From Keyboard, con subtítulos en inglés.
El mundo contiene la respiración a la espera de la respuesta de los ciberescépticos, comandados por Morozov. Jimmy Wales ha cumplido su palabra y se ha ido a la selva peruana a editar la Wikipedia en una escuela local, como si fuera un profesor de ELE.
Si lo que no está en Wikipedia no existe, la comunidad de Palestina, en Perú acaba de entrar en la Historia Posglobal.
Estamos ante la versión digital del rusonismo de siempre, patrocinado por una fundación libertariana, con mucha cosa de «storytelling» detrás, con banda sonora de música «new age». El mito del buen salvaje aplicado a internet, fuente redentora, por sí misma, de la Humanidad doliente.
Se va a liar. Todo esto va a desembocar en ríos de tinta polémica. Mientras tanto, Negroponte y los suyos, siguen tirando portátiles en Etiopía desde el aire, en un proyecto aparentemente opuesto al de Wales: «Aprendizaje espontáneo. De iPads y niños etíopes».
El texto es básicamente una respuesta a todo el montaje en torno al «boy-genius» («niñato» podría ser una buena traducción) Dale J. Stephens, que está becado por el creador de Pay Pal, Peter Thiel, para hackear la educación mediante la creación de iniciativas como UnCollege.
Sobre el asunto de Thiel, Stephens y UnCollege escribí un post en septiembre de 2012, al que me remito.
En The New Republic están que trinan. Wieseltier es hijo de profesores y está realmente enfadado con estos niñatos que quieren «hackear» la escuela.
El actual interés por el homeschooling — la idea demencial de que los niños pueden ser completamente educados por personas [los padres] que no tienen otra cualificación para enseñar que la que se deriva del cariño y del deseo de aislarlos del mundo constituye un nuevo insulto a la labor que desarrollan los profesores,
El alegato de Wieseltier adquiere a veces los tintes épicos del panfleto más afilado, aunque sin llegar a la maestría de un Morozov. Esto no hay manera de traducirlo:
One wonders about the preparedness of this untutored “self” for this unknown “direction.” Such pristinity! Rousseau with a MacBook! Yet the “hackademic,” as Stephens calls his ideal, is a new sort of drop-out. His head is not in the clouds. His head is in the cloud. Instead of spending money on college, he is making money on apps.
In place of an education, he has entrepreneurship.
Esta frase final es la definitiva. Un golpe bajo, de los que buscan el hígado. Acabáramos. Lo que estaría detrás de tanta educative innoveision no sería más que un «economicist approach to the understanding of education». Vale. Nada que no supiéramos. Nada malo en sí mismo.
En todo caso, el argumento más sólido de Wieseltier, desde mi punto de vista, se refiere a la confusión entre educación e información. Dejar a un chico delante de internet para que se autoeduque es confundir la educación con la alimentación de los pavos. En definitiva, que en la red se pueden hacer muchas cosas. Pero educar no es una de ellas.
En el fondo, estamos ante una defensa apasionada de la escuela humanista, del esfuerzo por estudiar cosas tan aparentemente inútiles (desde el punto de vista economicista) como la Eneida de Virgilio o las obras de Shakespeare. La educación es eso, lo que no tiene relación con lo aplicable de forma práctica. En los márgenes de lo inútil es donde se encuentra la realidad del ser humano. Y eso es lo que de verdad importa.
Cuando ya nos estábamos aburriendo de tanta chorrada y tanto guru vendedor de enciclopedias, se agradece la aparición de toda esta corriente crítica, llena de inteligencia y sarcasmo, de buenas razones y de elevados ideales.
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Actualización: Por cierto, acaba de salir el número de febrero de The New Republic, con uno de los duelos más esperados de la temporada, Morozov v. Johnson. Estaremos atentos:
Go get the latest issue of The New Republic – it has a great new look and my review of Steven Johnson’s Future Perfect
He seguido siempre con cierta curiosidad la obra de James Paul Gee, porque tocaba puntos «conflictivos» que me interesan: teoría del discurso, temas de identidad (necesitamos más estudios sobre «identidad» y menos sobre «pragmática»), una visión amplia de las literacies… Esta es una lista de publicaciones suyas en pdf.
Me parece un lingüista menor, con una perspectiva religiosa que fastidia bastante, pero con destellos de brillantez de vez en cuando.
Se ocupa sobre todo de la educación reglada infantil, un campo que me pilla bastante lejos. Con todo, su blog es muy recomendable.
Ultimamente se había venido dedicando a publicar sobre lo que ahora llamamos gamificación, desde un punto de vista cada vez más escéptico, sobre todo cuando se ponía a criticar el individualismo catatónico (esto lo digo yo) de The School of One.
Today’s schools are eager to use the latest technology in the classroom, but rather than improving learning, the new e-media can just as easily narrow students’ horizons.
Now, with digital and social media at the center of modern life, he issues an important warning that groundbreaking new technologies, far from revolutionizing schooling, can stymy the next generation’s ability to resolve deep global challenges. .
No he leído el libro, y no creo que lo haga, sólo he mirado lo que se comenta en la red. Lo que me llama la atención es que uno de los primeros investigadores sobre los beneficios de la gamificación para el aprendizaje (What Video Games Have to Teach Us About Learning and Literacy es de 2007), se está replanteando el tema:
…they are great tools with which to become dumber just as they are great tools with which to become smarter.
Dentro del posdigitalismo educativo, me parece que se están decantando varias tendencias. Y esta es la que hoy por hoy me interesa más, la de los ciberrealistas.
Todo esto me recuerda el retour à l´ordre de las vanguardias históricas, cuando los futuristas, dadaístas, cubistas o expresionistas se hartaron de epatar por epatar y volvieron los ojos a las fuentes primeras del Arte, buscando un nuevo equilibrio.
Especialmente interesante fue la mesa redonda sobre «Influencia de las TIC en la educación en español», en la que Hugo Pardo Kuklinski dijo cosas muy sensatas, entre las que me gustaría destacar estas palabras:
Los desafíos educativos se basan en cambios de diseño.
En un escenario de crisis (es decir, de cambio hacia algo que no ha existido antes), las organizaciones educativas sólo pueden conectar con la realidad de los tiempos si introducen de forma decidida cambios de diseño. De estos temas, por cierto, estaremos discutiendo en la Outliers School a partir del próximo fin de semana.
Esto me lleva a llamar la atención sobre un hecho cada vez más claro: la falta de adecuación del Instituto Cervantes a los patrones emergentes de diseño educativo/organizativo, es decir, a los patrones que están configurando la realidad que vivimos.
El Instituto Cervantes es una de las pocas instituciones que lo tiene todo para dar ejemplo en los nuevos tiempos. Su diseño latente se corresponde con el de «connected organization», que Dave Gray -por poner un ejemplo- desarrolla de forma muy didáctica en este vídeo, que resume su reciente libro The Connected Company (O´Reilly, 2012):
El diseño es importante, porque en la era posdigital en la que vivimos, las herramientas han perdido importancia. Debemos encontrar soluciones basadas en el prototipeado, considerando ecosistemas, ecologías, y todo tipo de cambios de representaciones conectivas.
Es una pena que un organismo como el Instituto Cervantes pase dificultades, porque lo tiene todo para ser un modelo de lo que significa el trabajo en red en entornos complejos, de forma sinérgica, distribuida y conectada. La base del problema radica, en mi opinión, en su estructura jerárquica, escasamente sinérgica, en la que prevalece la división del trabajo en compartimentos estancos.
El mascarón de proa de la enseñanza del español en el mundo, debe aprovechar su ventaja «holárquica» de origen. Recuerdo una excelente intervención de Julia Piera -que era entonces la Directora del centro de Dublín– en la Reunión de Directores del Instituto Cervantes en 2009, que iba en esta misma dirección: «El Instituto Cervantes. Una red de redes. De los logros a los retos».
Puesto que la ponencia de Julia Piera creo que no está en la red, aprovecho para recomendar la lectura de este artículo de Karim J. Gherab Martín, que acaba de publicar Nueva Revista: «La innovación tecnológica. ¿Cómo cambian las conductas?». Es un punto de vista que abunda en la misma línea.
Todos los indicadores dicen que es el momento de un cambio. Bien, hagámoslo. Con tranquilidad, pero con el apremio de lo necesario.
Descarga en PDF (ojo: solo en finés, por el momento)
Joonas Mäkinen y el grupo de participantes en el oppikrirjamaraton han hecho historia.
The most important aspect of this project is openness and transparency. All development and evolution require copying and revising. This does not occur in current textbooks, which cannot be altered due to copyright reasons.
The price for a similar mathematics book is around 15 euros, hence the possible value of the book project can be be up to half a million euros.
Lo único que me gustaría apuntar es que no resulta raro que esto haya pasado en Finlandia, ya que este país reúne las condiciones ideales: profesores de excelencia (lo importante es la selección de profesores, no la «accountability»), currículos abiertos, actitud distributiva ante los contenidos, tradición en microtareas y crowdsourcing (de hecho, son los pioneros en este campo, como ya hemos comentado por aquí), etc…
Finlandia sigue abriendo camino gracias a una combinación de libertad, excelencia y conectivismo.
Por este motivo, todo esto pasa en Helsinki o en Tampere, no en Estocolmo, que tiene muchos más medios económicos y recursos humanos. En Suecia no tienen aún un «mindware» tan completo.
Después de las ocurrencias de Jaron Lanier (que tanto le gustan a Ismael Peña-Lopez) y las brillantes jeremiadas de Evgeny Morozov (el más inteligente entre los apocalípticos), aquí llega por fin el líquido entre los líquidos, el inmarcesible Zygmunt Bauman, que ni es friki ni muy brillante, pero que se ha creado una marca propia (que le deseo que disfrute con salud) que le proporciona una desahogada «liquidez».
Su nueva reflexión acuática sale a finales de octubre, pero ya se ha comentado hasta la saciedad en internet: Liquid Surveillance (Polity Books, 2012). Se trata de un libro de conversaciones con David Lyon (formato atractivo) en torno a lo malísimo que es el posdigitalismo, que califica de KGB del siglo XXI.
El discurso de Bauman es similar al de Morozov, pero menos inteligente, a mi entender, más universitario, es decir, más plomizo, plomazo y plúmbeo. Que si la red digital está creando la «dictadura perfecta», que si todos nos controlamos a todos mediante las redes sociales, de modo que el poder ya no necesita vigilarte, que ya les hacemos el trabajo nosotros; es decir, lo de siempre.
La marca de la casa es que todo esto ahora se tiene que llamar «líquido»: «control líquido», «supervisión líquida», «pamplina líquida». No hay nada como encontrar una etiqueta y empezar a producir libros como churros. Es obvio que nos movemos hacia sociedades distribuidas, no centralizadas. Si a eso lo quiere llamar Bauman peyorativamente «líquido» (que no hacía ninguna falta meter otra palabra), pues bendita liquidez.
Es obvio que todo cambio tiene riesgos. Nadie piensa que la libertad no conlleva riesgos a los que hay que enfrentarse. Pero plantarle cara a los riesgos no significa clamar por la vuelta de una sociedad planificada desde arriba, sólida como una roca que te rompe la crisma, en vez de líquida, como una piscina en la que te intentas mover con la mayor libertad posible. De lo que le he escuchado a Bauman sobre este nuevo libro, lo más destacable me parece:
La afirmación de que el poder se está desplazando desde la represión al placer, de lo «hard» a lo «soft», es decir, la idea (nada nueva, absolutamente rutinaria) de que es más fácil controlar ofreciendo mantequilla en vez de cañones. Lo que no entiendo es qué hay de malo en ofrecer mantequilla en vez de cañones. Debemos defendernos de los cantos de sirena del poder que quiere vigilarnos y controlarnos, pero más libertad me parece mejor que más control.
La idea de ban-opticon, es decir, de «muerte social». Otro tópico manido al que le sigue dando vueltas. Que si no estás en Twitter no eres nadie, etc. Da un poco de pereza discutir estas cosas, que no pasan de ocurrencias sin mayor calado.
La idea de synopticon, es decir, de que el poder ya no necesita manifestarse como tal, porque los ciudadanos nos controlamos los unos a los otros. Comparar una sociedad peer-to-peer con una sociedad totalitaria me parece otra idea poco elaborada, por decirlo de un modo suave. Claro que la libertad hay que defenderla todos los días. Siempre ha sido así. Y siempre será así.
Mi impresión es que el pensamiento de Bauman es muy pobre (Lanier tiene la gracia del frikismo, Morozov es muy inteligente). Se basa en juegos de palabras, supuestas críticas de lo obvio («miren ustedes, el cielo es azul, qué escándalo, queremos un cielo amarillo, hay una conjura de los azules»), etc.
Que la posdigitalidad tiene sus riesgos es una idea de perogrullo. El motivo radica en que la vida tiene sus riesgos. Vivir, mata. Ya lo sabemos. ¿Y?
La labor de gente como Bauman es positiva porque llama la atención sobre los problemas, es decir, nos ayuda a romper la inercia de los papanatas digitales. Bauman hace muy bien de Casandra. Sí, hace falta alertar de los peligros de la realidad aumentada o del wearable computing. Pero una cosa es esa y otra naufragar en un discurso sobre supuestos proyectos de convertirnos en zombies programados mediante algoritmos. Algo sobre lo que hablaba el otro día aquí mismo a raíz de Automate This.
A Lucio d´Arcangelo lo descubrí cuando estaba viviendo en Italia, hacia 2003. Me llamó inmediatamente la atención su forma desenfadada de tratar los temas filológicos, en la mejor tradición anglosajona, algo poco frecuente en España.
Por entonces acababa de publicar una Difesa dell’italiano: lingua e identità nazionale (Ideazione, 2003), que es uno de esos libros que compraba en la Feltrinelli de Piazza del Duomo, de camino a casa hacia San Babila, y que se leen casi sin darse cuenta antes de irse a dormir. Qué tiempos aquellos, de libro diario tras el trabajo (las librerías del centro de Milán están abiertas hasta la madrugada).
Más tarde descubrí la faceta hispanista de d´Arcangelo, uno de los primeros en desenmascarar la impostura de Gabriel García Márquez en La vittoria della solitudine (Campus, 1999), un libro que, por supuesto, no está traducido al español (me parece que ningún libro suyo está en nuestro idioma).
Este lingüista admirable publica ahora un libro deslumbrante: La spirale di Gabelentz (Solfanelli, 2012).
No entro ni salgo en cuanto a las ideas de d´Arcangelo sobre la «morfologia e tipologia delle lingue». No me decanto en su defensa de André Martinet («la diversidad de las lenguas está en la naturaleza del lenguaje») frente a Noam Chomsky («no hay lenguas diferentes, hay sólo una lengua universal»). Simplemente me dejo llevar por un libro maravilloso, entre morfemas turcos y la lengua «macedonia» de los navajos, pasando de la lexicalización en el idioma hmong a las raíces del árabe, del idioma de los tiwa a la «polisinteticità» de los esquimales… e così via.
Qué libro admirable. Y sí, en el fondo, estoy con d´Arcangelo. Este Chomsky tan renombrado quizá no sea más que el heredero más chusco de la escolástica medieval, del «mentalismo» que Astrud (confesos admiradores suyos) cantaban en 2001:
http://youtu.be/d1sz5Ox9sZ4
El libro tiene su parte dura, para especialistas, pero nunca aburre. En cuanto a Gabelentz, uno descubre que fue un lingüista alemán del siglo XIX (algo me suena de Coseriu o Martinet), que desarrolló una especie de teoría del eterno retorno de las lenguas.
La espiral de Gabelentz contempla un movimiento morfológico continuo que iría de la aglutinación a la flexión, y viceversa. O sea, algo así como si consideramos a las lenguas románicas derivaciones analíticas del latín, en un movimiento contrario al de las lenguas germánicas, de carácter tendencialmente sintético. Un poner, vamos.
De este modo no existe una lengua universal, sino un continuo movimiento heracliteano, que explica la diversidad real del habla humana, más allá de esos presuntos «universales» mentalistas de Chomsky.
Morozov strikes again. Como es sabido, tengo debilidad por la posición escéptica sobre el posdigitalismo del bielorruso Evgeny Morozov.
He escrito bastante sobre su obra, y pienso seguir haciéndolo, ya que me parece una de las mentes más lúcidas que existen hoy en día sobre estos temas.
Hace una semana publicó una reseña en el WSJ sobre el libro de moda: Automate This: How Algorithms Came to Rule Our World, de Christopher Steiner (Portfolio, 2012), una obra muy entretenida que hace un recorrido por la evolución de los algoritmos, desde la Antigüedad (aparecen en Mesopotamia 2.500 años antes de Cristo, para racionalizar la distribución del grano) hasta un presente en el que ejercen, según el autor, una absoluta tiranía sobre nuestras vidas diarias.
Los algoritmos no sólo están en la base de todas las redes sociales, sino que pueden componer mejores canciones que los Beatles, o saben cuánto durará una relación sentimental. En definitiva, dice Steiner: los algoritmos dirigen el mundo.
Ante este panorama, uno se experaría un texto apocalíptico de Morozov, en plan: «lo véis, ya os lo había dicho, nos controlan con las apps digitales, somos súbditos de Silicon Valley y del brazo incorrupto de Steve Jobs… Arrepentíos, pecadores…».
Pero no. Ahora que nos habíamos acostumbrado a su brillante argumentación a la contra, nos sale con un moderado pero firme canto a la libertad de elegir, que recomiendo leer tranquilamente (es corto):
The real question isn’t whether to live with algorithms—the Sumerians got that much right—but how to live with them. As Vonnegut understood over a half-century ago, an uncritical embrace of automation, for all the efficiency that it offers, is just a prelude to dystopia.
Los algoritmos han estado siempre con nosotros. No otra cosa es el «mínimo común denominador», que no me parece que sea sospechoso de querer implantar una dictadura planetaria. Se trata, por tanto, de elegir qué hacer (se puede, oiga): enseñar o esconder, hablar o callar, enfrentarse o convivir.