Diane Ravitch no es una persona irrelevante. Ha sido una de las responsables de implementar las políticas educativas en EEUU durante las presidencias de Bush y Clinton, en especial por lo que se refiere a la «accountability», es decir, el uso sistemático de evaluaciones que midan la «calidad» educativa («total quality management»).
Ravitch ha publicado un nuevo libro, en el que, en cierto modo, pide perdón por todo el daño que le ha hecho al sistema educativo norteamericano: The Death and Life of Great American School System: How Testing and Choice are Undermining Education (Basic Books, 2010). Sus conclusiones son claras:
- la idea de evaluar el sistema educativo ha fracasado.
- la evaluación del desempeño en el ámbito educativo se ha convertido en un fin en sí mismo.
- evaluar la escuela es «mecanicista, contrario a la ética y contrario a la educación».
- la calidad de las escuelas ha caído debido a la existencia de los sistemas de evaluación, con su legión de pedagogos e inspectores.
- la «evaluación objetiva» no existe, no es posible un «barómetro» educativo.
En definitiva: la evaluación se está cargando la educación de las nuevas generaciones. Aquí tenemos a una de las máximas responsables en diseñar el sistema educativo norteamericano entre 1997 y 2004, entonando el «mea culpa» a través de libros, conferencias, artículos y en el blog Bridging differences.
Si bien no cree en recetas mágicas, considera que, al menos, hay tres medidas necesarias:
- la escuela no es un lugar que debe enseñar a pensar, es decir, no es un lugar para la represión del conocimiento, y no es un lugar para domesticar en lo políticamente correcto. La escuela debe ser un espacio de aprendizaje y de libertad, no de evaluación punitiva.
- se debe acabar con los cuerpos de «expertos», pedagogos e inspectores, es decir, con los policías de la evaluación que contribuyen a «undermining» (destruir los cimientos, socavar) la educación.
- que el profesor dedique su tiempo a cultivar el conocimiento, en vez de estar pensando en cómo pasar el test de evaluación, del que dependen su sueldo, prestigio e incluso su propia vida.
Viniendo de alguien que ha participado en el montaje del mecanismo, no estaría mal tenerlos en cuenta.