Mozilla Foundation sigue trabajando en un sistema de acreditación mediante insignias, basado en entornos de aprendizaje abiertos («assessment in open peer learning environments»).
En septiembre del año pasado traté sobre este tema en Blog Nodos Ele, en un post en el que comentó Fernando Santamaría, que lo conoce bien.
Erin Knight es una de las desarrolladoras de este proyecto, que pretende ser una forma alternativa de acreditación que supere los sistemas de evaluación tradicionales en el ámbito educativo.
Erin ha publicado un post reciente en el que propone un sistema de 3 grados, basado en destrezas, niveles y granularidad. Se trataria de un «3 T´s of badge system design» (tipos, toques, tecnología), en fase alfa:
Skill badges. Se basa en el desarrollo de destrezas sometidas a revisión entre pares. La insignia se obtiene después de completar un «learning challenge».
Participation badges. Se basa en todo tipo de participación en eventos. La insignia la otorga el organizador del evento.
Achievement badges. Se basa en la adquisición de logros que resultan en productos que se comparten con los demás. La insignia se obtiene mediante la culminación de proyectos abiertos.
Erin trata también de los aspectos tecnológicos, que pueden estar integrados en entornos de aprendizaje predeterminados, o no. Y de cuestiones de «rating».
No está mal repetir que estamos en un diseño en fase alfa. Seguiremos atentos.
La experiencia demuestra que la evaluación es una herramienta de control, ineficaz y tóxica, que suele estar en manos de lo que el profesor Luis de Rivera llama MIA: Mediocres Inoperantes Activos (conozco a bastantes, por desgracia).
Sin embargo, siempre he estado absolutamente abierto al fenómeno digg me, y ahora me absorbe todo lo relacionado con las badges («¿insignias?»).
Esta tendencia se ha disparado en los últimos días, a partir del proyecto Open Badges de Mozilla:
Learning today happens everywhere, not just in the classroom. But it’s often difficult to get recognition for skills and achievements that happen outside of school.
Mozilla’s Open Badges project is working to solve that problem, making it easy for anyone to issue, earn and display badges across the web — through a shared infrastructure that’s free and open to all.
The result: helping learners everywhere display 21st century skills, unlock career and educational opportunities, and level up in their life and work.
La verdad es que el proyecto me parece muy atractivo, ya que favorece la diversidad en las competencias personales.
Un sistema de badges, de hecho, no es un sistema de evaluación, ya que dispersa las destrezas, creando perfiles individualizados, en la línea de la teoría de juegos. Mi estructura de badges, por tanto, no sería mejor ni peor que la tuya, sino simplemente diferente, a partir de una economía de escalas.
Voy a seguir muy de cerca este desarrollo de la analítica en mi nuevo blog: Caos Ordenado Relativo (COR), en el que publicaré con más frecuencia que en Nodos Ele, que queda como plataforma colaborativa de Lola, David y yo mismo.
Toda forma de organización debe rendir homenaje a la primacia del individuo. Las personas son más inteligentes cuando piensan por sí mismas y cuando esta inteligencia se ve amplificada en conexión.
La diversidad individual y conectada es la que produce cambios significativos en la buena dirección. Un grupo puede refinar, extender, aumentar e incluso perfeccionar ciertos conceptos e ideas. Pero las normas de grupo acaban con la creatividad.
Son las redes y no los grupos los que hacen que las cosas funcionen y avancen – Downes tuneado por Potachov (esquema). Estos días en Suecia se puede ver un spot en el que me parece que se explica gráficamente por qué la libertad individual es más productiva, más eficiente y más creativa que esa gran estafa del «trabajo en equipo». Una lección que en España está por aprenderse, si se quiere cambiar un modelo que ya no funciona:
Cuando algo ya no sirve, siempre sale alguien que propone su reforma.
Es lo que está pasando con el currículo, una herramienta inoperativa, que no sirve para nada en el marco de la educación posdigital en la que estamos inmersos.
He estado siguiendo más o menos la discusión que se ha entablado en la red en torno a la «conversación» de los famosos gemelos de 17 meses:
Nadie piensa que estos bebés estén manteniendo una conversación en un lenguaje propio. Lo que hacen es imitar a los padres, incluso en la entonación, que es la forma en que se desarrolla el lenguaje a esas edades.
Esto no quita para que haya lingüistas que piensan que hay un «tema» de conversación: los calcetines. Los bebés de 17 meses conocen ya la diferencia entre 1 y 2, y por los movimientos con las piernas parecen referirse a la falta de un calcetín por parte de uno de ellos.
Lo que me interesa más del tema (como profesor de ELE, ya que no tengo ninguna formación específica en el desarrollo del lenguaje infantil) es el hecho de que los gemelos mantengan una relación entre ellos basada en gestos y en entonaciones. De alguna forma, me hace intuir que el aprendizaje tiene un componente mimético basado en interacciones entre pares a partir de referentes de autoridad que merecen confianza.
Es decir, el aprendizaje de una lengua consiste (entre otras cosas) en comunicarse de forma autónoma, real, voluntaria, retroalimentada, y sobre la base de un reconocimiento de lo otro. Y eso sí tiene que ver con nuestro trabajo como profesores de ELE.
Alexia Sloane es una niña ciega de diez años. Es inglesa. Perdió la vista a causa de un tumor cerebral cuando solo tenía dos. Alessia habla inglés, francés, español y chino mandarín. Está estudiando ruso y árabe. Alexia ha hecho de intérprete en el Parlamento Europeo esta semana. Es lo que quiere ser de mayor.
En estos tiempos aún oscuros de lo que John Algeo llamaba «lexicograficolatría», es decir, de reverencia excesiva a la autoridad del diccionario, o a un supuesto comité de sabios que recibe dinero público por dar opiniones que no sirven para nada, da gusto leer unas páginas tan sensatas, escritas por la que ha sido durante mucho tiempo editora de la Oxford University Press.
How to Read a Word es una obra absolutamente centrada en la lengua inglesa, algo que puede limitar su recepción en el ámbito hispánico. Pero tiene una gran cualidad: puede leerse como una especie de manual de orientación léxica en el mundo posdigital. Knowles dedica iluminadoras reflexiones a la forma en que podemos desarrollar la competencia léxica, para manejarnos por nosotros mismos en el mundo de las palabras, más allá de diccionarios, comités de burócratas o gurus de suplemento dominical.
Estos son algunos de sus «tips», independientemente del uso de nuevos diccionarios del tipo Urban Dictionary (la RAEM tiene su gracia, pero es una anécdota) o Wordnick:
cómo usar motores de búsqueda, tipo Google Noticias para encontrar información relacionada.
cómo usar las «palabras clave» («keywords») para comprender vocabulario, mediante el uso de las «slashtags» que son la base de herramientas como Blekko.
cómo manejar los resultados, en relación con problemas como las «palabras fantasma» o los «falsos amigos».
cómo leer el pasado a la luz del presente; un ejemplo sería el uso de «gay» a lo largo del siglo XX en inglés, o (se me ocurre) el uso de «hacer el amor» para el mismo período en español.
Si hemos conseguido poner a la gramática definitivamente al servicio de la realidad operativa de la comunicación, es necesario arrebatarle las palabras a quienes las tienen secuestradas.
El libro de Mrs. Knowles es entretenidísimo, y está lleno de detalles e historias reveladoras. Pero lo importante -en mi opinión- es su objetivo: devolverle las palabras a sus legítimos propietarios, los hablantes, para que tengan confianza en sí mismos y sepan desarrollar habilidades que les permitan orientarse en la sociedad posdigital en la que vivimos; en definitiva, eso que, pedantemente, se conoce como «aprender a aprender».
La relación entre futbolistas y lenguas es apasionante. Al tratarse de gente del común que sabe darle patadas a un balón y que suele llevar una vida nómada, de país en país, son una fuente inagotable de reflexiones sobre el tema (que yo sepa, poco estudiado).
La última es la que ha liado Fabio Capello, el italiano que hace ahora de seleccionador de Inglaterra.
Si ya era curiosísima su relación con la lengua inglesa, ha terminado de liarla parda con estas declaraciones (por cierto, un ejemplo perfecto de esa preciosa lengua que se llama globish):
I think when I speak with the players they understand everything. I think in this job, it’s important when you speak with the players.
If I need to speak about the economy or other things, I can’t speak. But when you speak about tactics, you don’t use a lot of words.
I don’t have to speak about a lot of different things. Maximum 100 words.
Esto último es lo que ha montado el pollo. La prensa británica se lo ha tomado de todos los colores. El estirado The Independent hace un análisis serio sobre la arriesgada afirmación léxica del «macarroni». Por su parte, la BBC incluye en su artículo una lista con las 100 palabras más frecuentes del inglés, para uso de Capello y sus muchachos (la primera es «the» y la última es «us»; supongo que a eso se le llama «humor británico», aunque en Granada lo conocemos como «malafollá»).
The Guardian aprovecha para publicar unas «Language lessons with Fabio Capello», que incluyen de paso una lista con las 100 palabras imprescindibles para un profesor:
El tabloide The Sun también le saca punta al tema y afirma que, para lo que gana, cada palabra del «míster» le cuesta al contribuyente inglés 60.000 libras esterlinas. Además, proponen una posible «lista de Capello», con las siguientes 100 palabras, que nos divertirán especialmente a los aficionados al fútbol:
Y no menos desopilante (al menos yo me he tirado por los suelos; «desopilante» es algo así como «muy divertido», lo digo para los que vengan de la LOGSE) es el artículo del Daily Star, que va con video incluído y una recopilación de mejores momentos.
La verdad es que Fabio Capello habla un globish magnífico y muy bonito, pero eso de que con 100 palabras se entiende sin problemas está siendo el «polverone» lingüístico de estos días en Gran Bretaña. Y en Italia…
En Nodos Ele hemos seguido de cerca el proyecto de Cristobal Cobo y John Moravec en torno a lo que llaman «aprendizaje invisible».
Uno de los frutos de su trabajo es el libro que ya están presentando y que estará disponible en breveAprendizaje invisible. Hacia una nueva ecología de la educación. Nr. 2 de la Col·lecció Transmedia XXI. Laboratori de Mitjans Interactius / Publicacions i Edicions de la Universitat de Barcelona, 2011. Para saber de qué va lo mejor es echarle un ojo al índice que está en la web, y leer la presentación:
Aprendizaje Invisible es un libro que surge como resultado de varios años de investigación, en el cual los autores proponen un remix de innovadores paradigmas de aprendizaje y de desarrollo de capital humano.
Este trabajo, escrito a cuatro manos y en dos idiomas, analiza el impacto de los avances tecnológicos y las transformaciones de la educación formal, no formal e informal, además de aquellos meta-espacios intermedios. Este es un viaje en el cual el lector explora un panorama de opciones para la creación de futuros relevantes para la educación de este siglo.
Aprendizaje Invisible analiza corrientes, teorías y tendencias, además de experiencias internacionales y desarrollos tecnológicos que promueven una innovación sostenible en la educación.
El libro ofrece una vasta bibliografía, un estupendo glosario y otros recursos digitales, además de una recopilación de diversas investigaciones y estudio de casos que destilan temáticas como: las nuevas teorías e ideas en la educación, los desafíos de las instituciones educativas del siglo 21, recomendaciones de políticas públicas, nuevos flujos de innovación, aprendizaje basado entre pares, educación informal, uso de tecnologías abiertas y colaborativas, entre otros.
En la página del libro están todos los recursos relacionados con el proyecto, desde un calendario de presentaciones (a finales de marzo tendrán lugar las de Madrid y Barcelona) a todo tipo de formas de conectividad.
Un libro imprescindible y estimulante (hemos leído una primera versión en pruebas), que abunda en la reflexión general de Geekonomía (2010) de Hugo Pardo Kuklinksi, obra que abrió la colección Transmedia XXI el año pasado.
La lengua neerlandesa tiene pocos hablantes, no es precisamente bonita (demasiado gutural, para mi gusto) y su utilidad es discutible (update: vamos, me parece a mí). Quizá por esto la comunidad neerlandófona (incluyo a Flandes) cuida tanto su idioma, que consideran como patrimonio intrínseco a su identidad.
Con la afluencia de inmigrantes a los Países Bajos han surgido un montón de iniciativas para integrar a la nueva población. La más reciente se llama Kletskoppen (galletas de jengibre) y consiste en una especie de voluntariado de la lengua que pone en contacto a personas que quieren mejorar su holandés con personas nativas que quieren conversar con ellos para ayudarlos (no sólo con la gramática, sino también con aspectos prácticos de la vida en Amsterdam).
Aprendizaje informal, ayuda voluntaria, café y galletas. ¿Alguien da más?: