Jaron Lanier ha publicado esta semana You are not a gadget (Random House, 2010), un delirante manifiesto que no voy a comprar.
Lanier no es ningún ludita ni un enemigo de la red, al contrario, es uno de sus pioneros, y uno de los gurus de Wired. Sin embargo, en las entrevistas que le he leído estos días hablando de su libro, reflexiona en términos muy negativos sobre lo que está pasando con la web 2.0.
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Entrevista en inglés para la promoción de Random House
Artículo en italiano en Il Sole 24 Ore
Lanier plantea algunas cuestiones estimulantes, pero me parece que su forma de enfocar el problema es equivocada -quizá porque procede de la parte más virtual y menos apegada a la realidad de la web. Resumiendo, Lanier piensa que la nueva red está en una peligrosa deriva por culpa de tres elementos:
- el anonimato (pero, ¿dónde queda la construcción de una identidad digital?)
- la glorificación del trabajo colectivo vía Wikipedia y opensource (totalmente de acuerdo, pero que Wikipedia pueda ser considerada un «trabajo colectivista» es un mito sin fundamento, como el propio Jimmy Wales ha explicado claramente: trabajar en red no es trabajar en equipo, sino todo lo contrario, es la forma de trabajar eficazmente en la era postdigital que estamos viviendo)
- el mantra de la información gratuita (¿está de broma?)
Según Lanier, estos elementos amenazan la creatividad individual y alimentan comportamientos rechazables (lo que llama la «mezquindad de la masa»). La nueva red se habría convertido en un lugar en el que impera una especie de «maoísmo digital» o «totalitarismo cibernético» que estaría negando la individualidad en favor de la masa y de la máquina. Y todo ello, debido a la propia estructura colectivista de la red (vamos, que haría falta proyectar de nuevo la arquitectura de internet, vaya tela).
¿Soluciones? Pues resulta que Lanier, a la vista de este peligro-totalitario-planetario-de-gran-escala (y no se le puede negar que lleva algo de razón en lo que denuncia), aboga por extender los micropagos (sic) como panacea universal. Eso, o empezar de nuevo.
No es que me sorprendan mucho estas ideas, que viene madurando desde hace tiempo, pero para mí que Lanier se ha perdido en su propio laberinto perroflauta.