Archivo de la categoría: EMILIO QUINTANA

Badges, evaluación y analíticas

Mi forma de abordar las analíticas la he dejado clara en numerosas ocasiones.

La experiencia demuestra que la evaluación es una herramienta de control, ineficaz y tóxica, que suele estar en manos de lo que el profesor Luis de Rivera llama MIA: Mediocres Inoperantes Activos (conozco a bastantes, por desgracia).

Sin embargo, siempre he estado absolutamente abierto al fenómeno digg me, y ahora me absorbe todo lo relacionado con las badges («¿insignias?»).

Esta tendencia se ha disparado en los últimos días, a partir del proyecto Open Badges de Mozilla:

Learning today happens everywhere, not just in the classroom. But it’s often difficult to get recognition for skills and achievements that happen outside of school.

Mozilla’s Open Badges project is working to solve that problem, making it easy for anyone to issue, earn and display badges across the web — through a shared infrastructure that’s free and open to all.

The result: helping learners everywhere display 21st century skills, unlock career and educational opportunities, and level up in their life and work.

La verdad es que el proyecto me parece muy atractivo, ya que favorece la diversidad en las competencias personales.

Un sistema de badges, de hecho, no es un sistema de evaluación, ya que dispersa las destrezas, creando perfiles individualizados, en la línea de la teoría de juegos. Mi estructura de badges, por tanto, no sería mejor ni peor que la tuya, sino simplemente diferente, a partir de una economía de escalas.

    Voy a seguir muy de cerca este desarrollo de la analítica en mi nuevo blog: Caos Ordenado Relativo (COR), en el que publicaré con más frecuencia que en Nodos Ele, que queda como plataforma colaborativa de Lola, David y yo mismo.

Platify. Un Spotify para e-books

Platify | Lifty

Johanna y Pascal Denize son dos emprendedores suecos con una larga historia en la creación de empresas relacionadas con el mundo de la edición.

Están poniendo en marcha Platify – get read anytime, anywhere on any device, una especie de Spotify para libros, con el que esperan revolucionar el mercado de la lectura, del mismo modo que Spotify ha cambiado el de la música.

El software ya está desarrollado, y consiste en una interfaz de mediación entre editores y tabletas, con la posibilidad de marcar las páginas, hacer anotaciones, compartir listas y notas con otros usuarios, etc. Los ingresos siguen el modelo Spotify, basado en publicidad y suscripciones.

Por ahora, Platify se está probando en la funcionalidad Lifty, un servicio basado en e-books académicos de EEUU. Lifty se dirige fundamentalmente a estudiantes y ha puesto en circulación unos 2.000 libros, libres de derechos de autor.

Las obras, por el momento, solo pueden leerse en la red, pero pronto habrá aplicaciones para iPhone y Android.

El mundo de la edición electrónica está cambiando con tanta rápidez que es imposible saber si esta iniciativa cuajará, pero es indicativa de que las cosas se siguen moviendo en Suecia.

La estafa de la escuela comprensiva desde dentro

El otro día me hice eco del comienzo del nuevo curso escolar en Gran Bretaña, que se presenta marcado por la progresiva implantación de «free schools», que es la apuesta de David Cameron para liberalizar un sistema educativo en decadencia.

Investigando el tema llegué a la obra de Katherine Birbalsingh, y he leido en buena parte To Miss with Love (Penguin, 2011), un libro triste, pero apasionante; un libro que le ha costado a su autora, profesora de lengua, el despido de la escuela donde daba clases, una típica «comprehensive school» inglesa, basada en el igualitarismo más cerril y en los tópicos más manidos del laborismo. La LOGSE, vamos.

El libro es el diario de clase de una profesora que comprueba que todo lo que le han vendido como «escuela pública igualitaria» es una enorme mentira que tiene efectos letales sobre el aprendizaje y la educación: maquillaje de resultados y evaluaciones, para ajustarse a la media, cinismo de los directores (la autora transcribe conversaciones que ponen los pelos de punta), colegas profesores que bastante tienen con «sobrevivir», mientras llevan a sus hijos a la escuela privada, porque conocen la estafa desde dentro. La autora resume así su experiencia:

He visto cómo los chicos entraban en la escuela con 11 años; educados, con ganas de aprender, con ilusiones. He visto lo que la escuela les ha hecho en dos años; se han vuelto agresivos, vagos, resentidos.

Birbalsingh es jamaicana, y cuenta también una visita a una escuela solo para chicas (menudo escándalo segregacionista de género, ¿no?) en su país de origen. Allí no hay pizarras digitales ni ordenadores, pero el «ethos» es totalmente diferente. En la escuela jamaicana encuentra disciplina y respeto, así como un ambiente de aprendizaje auténtico y serio.

La autora ha descrito la escuela LOGSE británica desde dentro, llevada por su amor a la educación, que define como «make something better of their (students) lives». El libro traza un paisaje desolador, con el que muchos profesores españoles se sentirán identificados. En cierto modo, me recuerda a lo que cuentan en Deseducativos.

Cambiar este panorama es el reto que el gobierno británico ha decidido adoptar, con el inicio de la reforma «big society» y las «free schools» (con las que K. B. no está muy de acuerdo; yo, sí). Esperemos que en España no se reaccione demasiado tarde. El daño ya está hecho, con la LOGSE que impulsó un tal Pérez Rubalcaba, y desarrolló cuando era Ministro de Educación (1992-1993); lo malo es que tampoco hay atisbo ninguno de que en un Congreso de otro partido político pueda escucharse lo que dijo Katherine Birbalsingh en la Conferencia del Partido Conservador Británico (Birmingham, 5 octubre 2010). Y nos jugamos demasiado para eso:

Inglaterra apuesta por las «free schools»


En septiembre se ponen en marcha las 24 primeras «free schools» que el Gobierno inglés pretende que sirvan de modelo para la liberalización progresiva del sistema educativo británico, siguiendo a su manera la reforma del sistema educativo sueco.

La iniciativa se enmarca en el marco del proyecto político-cultural de Cameron: Big Society, es decir, menos Estado/más individuo.

Las «free schools» son independientes de la burocracia estatal, viven de lo que ingresan, forman parte del sistema público educativo, y se gestionan de acuerdo con idearios y currículos propios estipulados por los padres y los profesores que ponen en marcha la escuela. Cualquiera puede montar una, en una tienda o en su casa.

Lo explica Michael Gove, Ministro de Educación: «Las escuelas son de los padres y de los profesores, no del Estado. Las escuelas son espacios de libertad para aprender, no fábricas de adoctrinamiento. El Estado no debe interferir en la educación de los ciudadanos».

http://youtu.be/WF5XQIDQRpQ

La escuela británica opta por la libertad y la retroinnovación (según me gusta llamarla). En mi opinión, estamos ante el comienzo de una educación posdigital, es decir, ante el fin del sistema educativo estandarizado que comienza en el siglo XIX:

http://youtu.be/yMl2q-lfzvE

La gran estafa del trabajo en equipo

En 2009 publiqué una entrada sobre la inutilidad del «trabajo en equipo», así como su relación con el conformismo y la falta de innovación: «Trabajo en equipo y conformismo», a raíz de un artículo del científico cognitivo Jeremy Dean, experto en psicología de grupos: Why Group Norms Kill Creativity

Toda forma de organización debe rendir homenaje a la primacia del individuo. Las personas son más inteligentes cuando piensan por sí mismas y cuando esta inteligencia se ve amplificada en conexión.

La diversidad individual y conectada es la que produce cambios significativos en la buena dirección. Un grupo puede refinar, extender, aumentar e incluso perfeccionar ciertos conceptos e ideas. Pero las normas de grupo acaban con la creatividad.

Son las redes y no los grupos los que hacen que las cosas funcionen y avancen – Downes tuneado por Potachov (esquema). Estos días en Suecia se puede ver un spot en el que me parece que se explica gráficamente por qué la libertad individual es más productiva, más eficiente y más creativa que esa gran estafa del «trabajo en equipo». Una lección que en España está por aprenderse, si se quiere cambiar un modelo que ya no funciona:

¿Reformar el currículo?

Cuando algo ya no sirve, siempre sale alguien que propone su reforma.

Es lo que está pasando con el currículo, una herramienta inoperativa, que no sirve para nada en el marco de la educación posdigital en la que estamos inmersos.

Si se aplicaran los principios que se contienen en el Manifiesto por la reforma del currículo que ha hecho público The Curriculum Reform Forum se produciría su desintegración de hecho, así como la de las instituciones que aún hacen como que lo aplican.

Fernando Santamaría ha traducido el documento al español.

Post veraniego. El PCIC en la red y la magia del B1

Como ya debe saber todo el mundo, el Plan curricular del Instituto Cervantes (PCIC) está en la red. Esto es algo que veníamos pidiendo desde que se publicó, de modo que es una buena noticia.

El PCIC desarrolla y fija los niveles de referencia para el español según las recomendaciones del Marco Europeo Común de Referencia (MECR). Es decir, ya tenemos en la nube las dos herramientas básicas con las que trabajamos los profesionales de la enseñanza de ELE.

Por lo demás -debe ser el verano que se acerca y me hace pensar cosas raras-, ¿no tienen la sensación de que el B1 se está convirtiendo en una especie de nivel contenedor que lo aguanta casi todo? Cursos, libros, pruebas. Si algo no está claro, ahí tenemos el B1 al rescate. Si los niveles del Marco fueran caramelos sugus, el B1 sería el de piña:

Los «niveles contenedor» han existido siempre; el «nivel intermedio», el «nivel umbral» (de nombre iniciático y connotaciones mágicas), han funcionado así en el pasado; no pasa nada grave, lo importante es saber lo que uno se trae entre manos -que si no, te puede pasar como a Mourinho, que se te pega entre los dientes.

Es como si la fascinación de atravesar el «umbral» se hubiera transmitido al más prosaico B1. ¿Existe el B1? ¿Existe la «magia del B1»? ¿Alguien más tiene esta impresión, o es cosa del veranito?

El äppärät de Shteyngart

Estoy leyendo a saltos (leo las novelas a saltos, es un género que me engancha poco) la tercera obra de uno de los pocos novelistas contemporáneos que no me aburre: Super Sad True Love Story, de Gary Shteyngart (Leningrado, 1972).

Se trata de una distopía de 350 páginas que algunos consideran, exageradamente, una especie de 1984 del siglo XXI.

La historia se desarrolla en un mundo futurista y angustioso, en el que la gente ya no lee libros y se comunica exclusivamente a través del «äppärät».

He encontrado un post escrito por Darío Weitz que lo describe mejor que yo:

En la novela, Shteyngart explica las características de un original dispositivo de persuasión social denominado «the äppärät». Se trata de un medallón que todos llevan colgado en el cuello, el cual trae toda la información personal de su usuario y permite que los demás no sólo sepan todo sobre uno, sino que además lo ubican en un ranking.

En palabras del autor: “Uno ingresa a un bar e inmediatamente todos saben que es la decimoséptima persona más fea en el mismo, aunque por otro lado también saben que está cuarta en el ranking de crédito financiero. El aparato permite establecer rankings de personalidad y de atractivo personal; también tiene una especie de pad emocional, de forma tal que uno observa a una persona que le gusta, el dispositivo mide los latidos del corazón y se lo indica a esa persona, quien registra esa información y puede decidir aceptar o rechazar el intento de levante”.

No solo eso. En la novela -y esto no lo cuenta Weitz-, el «aparato» almacena en tiempo real todos los pensamientos y las conversaciones del propietario. Lo curioso es que muchas de las ideas del autor ya existen -en forma de aplicaciones para dispositivos móviles, por ejemplo-, aunque aún no estén tan extendidas como en la Nueva York futurista del libro. Dice:

“Pienso que eventualmente nos fundiremos con los dispositivos tecnológicos. Puesto que cada año pierdo un 6% de mi humanidad, para el año 2018 seremos un aparato andante. Cada persona tendrá que tener un äppärät; en caso de no tenerlo, no será una persona civilizada, al menos en esa civilización que se viene”.

Qué podemos aprender del lenguaje tatatá

He estado siguiendo más o menos la discusión que se ha entablado en la red en torno a la «conversación» de los famosos gemelos de 17 meses:

Nadie piensa que estos bebés estén manteniendo una conversación en un lenguaje propio. Lo que hacen es imitar a los padres, incluso en la entonación, que es la forma en que se desarrolla el lenguaje a esas edades.

Esto no quita para que haya lingüistas que piensan que hay un «tema» de conversación: los calcetines. Los bebés de 17 meses conocen ya la diferencia entre 1 y 2, y por los movimientos con las piernas parecen referirse a la falta de un calcetín por parte de uno de ellos.

Lo que me interesa más del tema (como profesor de ELE, ya que no tengo ninguna formación específica en el desarrollo del lenguaje infantil) es el hecho de que los gemelos mantengan una relación entre ellos basada en gestos y en entonaciones. De alguna forma, me hace intuir que el aprendizaje tiene un componente mimético basado en interacciones entre pares a partir de referentes de autoridad que merecen confianza.

Es decir, el aprendizaje de una lengua consiste (entre otras cosas) en comunicarse de forma autónoma, real, voluntaria, retroalimentada, y sobre la base de un reconocimiento de lo otro. Y eso sí tiene que ver con nuestro trabajo como profesores de ELE.

Más ejemplos de tatata language en Facebook.

Cómo se hundió la Universidad española (2). Entrevista a José Penalva

En marzo comenté un libro que me había llegado desde la Universidad de Murcia: Corrupción en la Universidad. El ocaso de la educación. El triunfo de la endogamia (Ciudadela, 2011), de José Penalva.

La universidad española -con las lógicas excepciones- funciona de un modo que no le permite avanzar en la excelencia, y que hace que no tenga el peso que debería en la escena internacional. La peripecia personal del profesor Penalva, inmediatamente sancionado y expedientado, explica en buena parte dicha anomalía.

Esta entrevista es de ayer. Como universitario, no me sorprende nada de lo que se cuenta, pero puede ser esclarecedora para los que no conozcan esos ambientes. En España, ser un buen profesor suele pagarse en forma de acoso, expedientes y sanciones, verdaderas medallas a la excelencia educativa en la situación actual, frente a los controles de un poder cada vez más ciego y estandarizador.